Todos somos hojas de un árbol
No estamos separados, nunca lo estuvimos.
Somos hilos de una gran red, notas de una vasta canción, olas de una sola vibración, luz de la misma Fuente eterna. Y, aun así, caminamos ciegos. La separación parece real porque confiamos solo en lo que nuestros sentidos muestran y en lo que nos enseñaron a creer.
Nuestros ojos nos regalan color, pero ocultan la unidad detrás de la forma. Nuestros oídos llevan el sonido, pero esconden el silencio del que nace. Nuestros sentidos son a la vez milagros y máscaras, nos permiten saborear, tocar y ver el mundo, pero nos engañan haciéndonos creer que hay un “yo” aquí y un “eso” allá.
Lo que experimentamos no es la realidad tal cual es, es solo una versión creada en nuestra mente. Como soñadores perdidos en un sueño, confundimos las sombras con sustancia, olvidando que el soñador y el sueño son uno.
Por eso los sabios han dicho: la vida es una ilusión. No porque no sea real, sino porque no la vemos en su totalidad. Cada uno vive en un mundo propio, un fragmento limitado de una verdad infinita.
Y la verdad es unidad. Todo es uno, y uno es todo. Lo que haces a otro, te lo haces a ti mismo. Lo que niegas a otro, te lo niegas a ti mismo.
Sin embargo, todo a nuestro alrededor, la cultura, la educación, incluso la religión, nos enseña división. La ilusión de la separación es la mayor de las cegueras.
Despierta. Abre tus ojos interiores. Inicia el viaje hacia adentro, donde la Fuente te espera. Allí, más allá del velo de la percepción, está el resplandor de la verdad, la magnificencia del ser, el recuerdo de que no estás aparte, eres parte de todo.
Nadie puede recorrer este camino por ti. Ningún libro, ninguna creencia, ningún maestro puede reemplazar tu propio despertar. La invitación es solo tuya, la puerta está dentro de ti, y más allá te espera la infinita belleza de la existencia misma.
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Autor: Mauricio Correa
Páginas Web: rutaauno.com
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