Estar ocupado
La ocupación se ha convertido en nuestra insignia de honor. Llevamos el cansancio como un trofeo, como si agotarnos fuera la prueba de nuestro valor. La productividad se trata como la más alta virtud, y la actividad constante como la medida definitiva del éxito.
Día tras día corremos de tarea en tarea: comemos mientras respondemos correos, asistimos a reuniones mientras revisamos titulares, hablamos con amigos mientras enviamos mensajes, llenamos cada silencio con ruido. Pero detente un momento y pregúntate: ¿Hacia qué corro realmente? ¿O de qué estoy huyendo?
La verdad es que la ocupación se ha vuelto una adicción socialmente aceptada. Nos adormece, nos distrae y nos da la ilusión de importancia. Nos escondemos detrás de agendas repletas y listas infinitas, no porque sea necesario, sino porque el silencio nos aterra. En la quietud, el dolor enterrado empieza a hablar: las viejas heridas, los traumas no sanados, las verdades que hemos evitado demasiado tiempo. Es más fácil ahogarlas con ruido que escucharlas.
Pero la ocupación tiene un precio. Perdemos atardeceres frente a pantallas, risas en medio de plazos, intimidad en interminables desplazamientos. Estamos en todas partes y, al mismo tiempo, nunca estamos aquí. Difuminamos nuestros días con la ilusión de logro mientras nos alejamos de lo que realmente importa: nuestras parejas, nuestros hijos, nuestros amigos, nuestro ser interior, la esencia misma de la alegría y la plenitud.
Este patrón no empezó ayer. Fue sembrado en la infancia, reforzado por la cultura y alimentado por la propaganda que susurra: “Solo vales lo que produces”. Así cambiamos la alegría, la maravilla y el juego por una persecución desesperada para demostrar que somos suficientes, ante la sociedad, ante los demás y, dolorosamente, ante nosotros mismos.
Pero la vida no se mide en productividad. No estás aquí para ser una máquina. Estás aquí para ser un milagro. La vida es más rica, más profunda y mucho más sagrada que la cantidad de reuniones o reconocimientos que acumulas.
Deja de esconderte detrás de la máscara de la ocupación. Elige quietud. Elige presencia. Mide tu vida no por lo que has hecho, sino por lo profundo que has vivido, por lo envuelto que has estado, por el amor que has dado, la risa que has compartido, el valor que has exhalado, la pasión que has invertido.
El mundo no necesita tu ocupación. Necesita tu presencia. Te necesita a ti así como eres, imperfecto, comprometido, sin disculpas. La pregunta es: ¿seguirás corriendo o, por fin, llegarás? Y la vida, La vida se trata de llegar a ser, llegar a ser íntegro, llegar a ser auténtico, llegar a ser único, llegar a ser libre. Se trata de trascender y liberarte. Se trata de estar despierto.
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Autor: Mauricio "Mao" Correa
Páginas Web: rutaauno.com
Blog de Artículos: rutaaunoblog.blogspot.com
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