Nacidos para Volar Alto
La mayor parte de la humanidad vive en jaulas que no pueden ver. Nacemos con alas, pero nos enseñan a caminar. Confundimos el sufrimiento con lo normal y, al olvidar nuestra libertad, nos olvidamos de nosotros mismos.
La paradoja de la vida es que la prisión es autoimpuesta, y también lo es la llave. Con cada herida no sanada, cada creencia no cuestionada, cada pensamiento no observado, cada emoción no sanada, forjamos barrotes invisibles alrededor de nuestro ser. Estos barrotes no los imponen otros, son creados por nosotros mismos…nuestra propia mente. Y como casi todos viven de esta manera, el encierro parece realidad.
El primer paso hacia la libertad es el más valiente: reconocer que estamos enjaulados. Despertar a la verdad de que fuimos nosotros quienes levantamos esos muros.
Esta realización despoja las excusas, pero también nos devuelve el poder. Una vez visto, comienza el trabajo: desmantelar las creencias que ya no nos sirven, sanar las heridas que hemos cargado durante años, perdonarnos a nosotros mismos y a quienes nos hirieron, y soltar los apegos que nos mantienen pequeños. Cada liberación desmantela un barrote. Cada respiro consciente abre el cielo.
¿Y qué nos espera más allá de la jaula? Una vida sin límites, donde el alma recuerda su grandeza.
En ese espacio, la creatividad fluye sin obstáculos, el amor se expande sin miedo y la presencia irradia con claridad. Ya no vivimos vidas en sombra atadas a la supervivencia, nos elevamos hacia vidas de profundidad, sentido y conexión.
Lo que antes parecía imposible se vuelve natural, porque ya no luchamos contra nosotros mismos.
Este es el despertar del potencial humano: descubrir que la libertad no es dada, se elige. Que la jaula nunca fue verdad, solo ilusión. Que el horizonte nunca fue el final, sino apenas el comienzo. Que no somos finitos, sino eternamente infinitos.
Y cuando un alma se libera, ilumina el camino a los demás. La liberación nunca es solitaria, se expande hacia afuera. Cada corazón sanado se convierte en espejo que recuerda a otros sus propias alas. La libertad es contagiosa, y también lo es el amor.
El cielo siempre ha estado esperando. El horizonte no tiene fin. Rompe la jaula, entra en tu libertad y recuerda quién eres en verdad. Nunca fuiste hecho para arrastrarte, fuiste hecho para volar alto.
¡Vuela, alma hermosa, vuela! Porque la libertad no es dada, se despierta. Y cuando asciendes hacia el cielo infinito, tus alas le recuerdan al mundo las suyas propias.
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Autor: Mauricio "Mao" Correa
Páginas Web: rutaauno.com
Blog de Artículos: rutaaunoblog.blogspot.com
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