Presumir
Presumir no es fortaleza, es inseguridad disfrazada de confianza.
La necesidad de presumir surge cuando dudamos de nuestro propio valor. Nace de la inseguridad, la baja autoestima y la búsqueda constante de aprobación. Las personas presumen para ocultar sus carencias, para parecer superiores o para llenar un vacío que no se atreven a enfrentar. Por un breve momento, presumir da una sensación de satisfacción, pero como una droga, se desvanece rápido, dejando a la persona persiguiendo la siguiente dosis de atención.
Presumir es, a menudo, un grito de validación. En lugar de estar enraizado en el valor propio, depende de las reacciones de los demás. Algunos lo hacen de manera inconsciente, sin darse cuenta de que alejan a las personas en lugar de acercarlas. Otros creen que los eleva ante los ojos del mundo, cuando en realidad revela una falta de paz interior. Lo que parece seguridad en uno mismo suele ser simplemente miedo a no ser visto, escuchado o amado.
Pero aquí está la verdad más profunda: cuando sabes quién eres, no necesitas anunciarlo. La confianza genuina habla en silencio a través de tus acciones, tu presencia y tu integridad. Las personas más fuertes no son aquellas que le dicen al mundo lo grandiosas que son, son aquellas que viven de tal manera que el mundo lo reconoce sin que lo digan.
Ésta es la lección espiritual escondida en la necesidad de presumir: no necesitas demostrar lo que ya es completo. La vida no nos llama a probarnos, sino a expresarnos auténticamente. La humildad no es debilidad; es libertad. Nos libera del agotador ciclo de la comparación y la actuación. Nos permite brillar sin necesidad de aplausos.
Piensa en el sol: no anuncia que brilla, y sin embargo el mundo se calienta e ilumina con su presencia. La flor no declara su belleza; simplemente florece, y quienes pasan son tocados por ella. De la misma manera, tu valor no se demuestra con palabras, sino con la silenciosa radiancia de ser fiel a ti mismo.
La invitación es sencilla: deja que tus acciones hablen más fuerte que tu ego. Deja que tu presencia revele la profundidad de tu carácter. Cuando sueltas la necesidad de alardear, entras en una libertad más profunda—la libertad de la autenticidad, la paz y el poder interior.
Eres perfecto, valioso y completamente suficiente tal como eres. No dejes que nadie te convenza de lo contrario. Presumir es ruido, pero la presencia es poder. El mundo no necesita tu ruido—necesita tu presencia, tu autenticidad, tu amor y tu luz. No eres lo que crees que eres, ni lo que otros dicen que eres. Eres lo que verdaderamente eres.
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Autor: Mauricio "Mao" Correa
Páginas Web: rutaauno.com
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