Chismosear

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Los susurros pueden unir o quebrar. Una sola palabra descuidada tiene el poder de herir un alma, o de sanarla. El chisme, uno de los comportamientos humanos más antiguos, siempre ha caminado en este filo doble. Los antropólogos sugieren que en tiempos remotos ayudó a las comunidades a compartir información y a fortalecer lazos. Incluso hoy, las investigaciones muestran que la mayoría de nuestras conversaciones diarias llevan alguna huella de chisme. Pero la pregunta no es si la gente habla de otros, sino por qué y cómo.

El chisme suele nacer de la inseguridad, la envidia, el aburrimiento o el deseo de validación. Cuando la vida se siente vacía, el drama ajeno se convierte en un sustituto de nuestra propia profundidad. Hablar de los demás puede dar una sensación pasajera de poder, pertenencia o alivio, pero es una luz prestada que se apaga rápido. Como humo, entretiene por un instante, pero deja el aire pesado y turbio. Puede fracturar la confianza, disminuir la dignidad y distraernos del verdadero trabajo de vivir nuestra propia vida con autenticidad.

Y, sin embargo, no todo hablar de otros es veneno. Preguntar con genuino interés, compartir palabras que protegen o elevan, buscar claridad para evitar un dañoeso no es chisme, es compasión. La diferencia está en la intención: ¿Nuestras palabras construyen o destruyen? ¿Nacen del amor o de la carencia? ¿Reflejan integridad o inseguridad?

Cada palabra que pronunciamos es una semilla. Puede sembrar maleza de división o cultivar jardines de entendimiento. La palabra es sagrada. Imagina un mundo donde la curiosidad se transformara en empatía, donde las historias se compartieran para inspirar y no para rebajar, donde cada conversación honrara la dignidad de quienes no están presentes.

Antes de hablar, detente y pregúntate: ¿Es verdad? ¿Es amable? ¿Es necesario? Si no lo es, permite que el silencio sea tu ofrenda. El silencio puede contener más fuerza que mil palabras descuidadas. Y cuando hables, que tus palabras nazcan de la autenticidad. Que brillen con la integridad de quien no necesita máscaras, rumores ni vidas prestadas para sentirse completo.

El verdadero poder no está en exponer las fallas de otros, sino en vivir con tal presencia y honestidad que el chisme se vuelva innecesario. La verdadera belleza no está en los susurros, sino en palabras que iluminan, sanan y honran la verdad. Habla como si cada palabra fuera un espejo de tu almaporque en verdad, lo es.

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Autor: Mauricio "Mao" Correa
Páginas Web: rutaauno.com
Blog de Artículos: rutaaunoblog.blogspot.com

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