No Ser Suficiente

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Naciste completo. Antes de las palabras, antes de las heridas, antes de las comparaciones, ya eras suficiente. Pero a medida que la vida fue desplegándose, el mundo te enseñó a medirte con otros, a buscar aprobación, a dudar de tu propia luz. En algún punto del camino, dejaste de ver la perfección sagrada de tu propia existencia.

La sensación de no ser suficiente suele comenzar en la infancia: en el silencio de un padre, en la comparación de un maestro, en el rechazo de un amigo. Esos momentos siembran semillas de duda que crecen en bosques de autocrítica. Más tarde, la sociedad las riega con sus estándares imposibles: belleza sin defectos, logros sin descanso y la ilusión de que el amor y la pertenencia deben ganarse. Cuando tu sentido de ti mismo no está enraizado en algo más profundo, el mundo fácilmente te convencerá de que estás incompleto.

Pero la sanación comienza en el instante en que miras hacia adentro, cuando dejas de pelear contigo mismo y comienzas a escucharte con compasión. Cuando respiras a través del dolor y le permites hablar su verdad. Cuando honras tus cicatrices como prueba de que has vivido y tu corazón como prueba de que aún puedes amar. Sanar no es convertirte en alguien diferente. Es recordar quién eras antes de que el mundo te dijera quién debías ser.

Entonces llega una realización silenciosa, no gritada, sino susurrada por tu alma: eres suficiente. Siempre lo has sido. Nunca fuiste creado para ser perfecto, sino para ser completo. Eres una expresión sagrada de la vida, una nota en la vasta música de la creación. No necesitas ser más bello, más talentoso o más de nada. Solo necesitas recordar quién ya eres.

Piensa en un artista, digamos, Picasso. ¿Podría acaso crear algo “mal”? Tal vez no comprendas su obra, pero aún lleva su esencia, su intención, su verdad. Ahora imagina algo infinitamente más grande, la Fuente, el Creador, insuflando vida en ti. ¿Podría una creación así ser un error?

Así que deja de compararte. Deja de competir. Deja de encogerte para encajar en un mundo que ha olvidado cómo ver la verdadera belleza. Sé tú mismo, imperfecto, sin disculpas, glorioso. Eres uno entre miles de millones, y, sin embargo, nunca ha habido ni habrá otro como tú. No naciste para ser suficiente. Naciste para ser real. Para ser radiante. Para ser tú.

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Autor: Mauricio "Mao" Correa
Páginas Web: rutaauno.com
Blog de Artículos: rutaaunoblog.blogspot.com

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