Yo comencé a ser libre

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Creemos que la libertad significa hacer lo que queramos, pensar, decir, actuar sin límites. Pero ¿y si esa es la mayor ilusión de todas?

La verdad es que la libertad que ofrece el mundo nunca es completa. El lugar donde nacemos, la cultura que heredamos, los sistemas políticos, los códigos morales, las realidades económicas y las tradiciones religiosas, todo esto crea límites alrededor de lo que creemos poder o no poder hacer. Sin embargo, la prisión más profunda no está afuera. Está dentro.

Somos prisioneros de nuestra propia mente. Prisioneros de pensamientos que se repiten sin fin, de creencias que nunca elegimos, de miedos que paralizan, de heridas que susurran que no somos suficientes. Estamos atados por la educación y la sociedad, por traumas no sanados, por inseguridades que se intensifican cada vez que nos comparamos con otros. Estas cadenas son más fuertes que cualquier ley y más pesadas que cualquier muro.

Pero la verdadera libertad no comienza con la rebeldía. Comienza con la conciencia. En el instante en que vemos la jaula, la puerta ya empieza a abrirse. Al volver la mirada hacia adentro con honestidad y valentía, comenzamos a soltar las cadenas: el miedo pierde fuerza, las mentiras se deshacen, las ilusiones se derrumban.

La libertad no la concede la sociedad; se descubre en el alma. Despertar es comprender que ninguna regla externa puede poseerte, ningún juicio puede definirte, ningún miedo puede silenciarte. Lo que es libre en tu interior es intocable, inquebrantable, indestructible.

La libertad no consiste en hacer lo que quieras. Consiste en convertirte en quien realmente eres. Y cuando despiertas por dentro, ninguna prisión puede contenerte. Ninguna fuerza puede atarte. Ninguna oscuridad puede apartarte de la luz que es tu naturaleza. Eso es libertad.

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Autor: Mauricio Correa
Páginas Web: rutaauno.com
Blog de Artículos: rutaaunoblog.blogspot.com

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