La Disciplina Como Medicina

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Todos quieren sanar. Todos anhelan paz, libertad y alivio de aquello que duele. Pero la sanación suele perder su encanto en el momento en que llega como una medicina disfrazada de disciplina. De pronto, deja de sentirse suave, poética o incluso romántica. Se vuelve exigente. Te pide algo.

Hablamos con facilidad de transformación. Admiramos el crecimiento, el equilibrio y la paz interior. Sin embargo, muchos resisten las prácticas diarias que los hacen posibles. Queremos fortaleza sin esfuerzo, calma sin compromiso, cambio sin responsabilidad. Queremos que la sanación sea cómoda, reconfortante y rápida. Pero la sanación real rara vez es conveniente.

Sanar te pide despertar más temprano de lo que quisieras. Sentarte en silencio en lugar de buscar distracciones. Poner límites donde antes te entregabas de más. Alimentar tu cuerpo con comida sana, no tu mente. Dejar de volver a los mismos hábitos, relaciones y mecanismos de defensa que reabren heridas conocidas. Te pide soltar el papel de víctima y volverte consciente allí donde antes vivías en piloto automático. Y eso puede sentirse profundamente incómodo.

Es comprensible que muchos se detengan aquí. Evitar no es debilidad; a menudo es una respuesta de supervivencia aprendida. Pero la sanación comienza cuando dejas de huir con suavidad. No con fuerza, sino con honestidad. Porque sanar no es escapar. Es una confrontación interior. Un desmantelamiento constante de la versión de ti que aprendió a sobrevivir, pero no a sentirse a salvo, completo o libre.

La disciplina suele ser malinterpretada. No es castigo ni negación de uno mismo. Es devoción, confianza y fe en acción. La psicología y la neurociencia muestran que los comportamientos repetidos e intencionales reconfiguran el cerebro y el sistema nervioso. Aquello que prácticas de forma constante se convierte en tu entorno interno. La disciplina reconstruye la confianza en ti mismo y le enseña al cuerpo que la seguridad puede surgir de la constancia y no del caos.

Aquí está la paradoja: la sanación comienza a funcionar en el momento en que dejas de esperar que se sienta bien. El crecimiento puede ser incómodo, pero es profundamente compasivo. La disciplina enraíza tu espíritu, alinea tus acciones con tus valores y despeja espacio para la vida que existe debajo del dolor.

Cuando comprendes esto, dejas de esperar el momento perfecto y empiezas a encontrarte contigo mismo tal como estás. Sanar no es magia. Es una participación diaria y consciente en tu propio devenir. Y cada vez que eliges disciplina en lugar de evasión, presencia en lugar de comodidad y verdad en lugar de hábito, te acercas un poco más a la vida que has estado pidiendo en silencio.

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Autor: Mauricio "Mao" Correa
Páginas Web: rutaauno.com
Blog de Artículos: rutaaunoblog.blogspot.com

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