Vivir el Espíritu Festivo
A medida que se acerca el final del año, la temporada de fiestas llega una vez más. Ya sea que la llamemos Navidad, Janucá, kwanza, las Fiestas o simplemente el cambio de año, este período regresa a través de culturas y países con una consistencia notable. Para algunos, se espera con alegría; para otros, se sobrelleva con una tensión silenciosa. Trae calidez y celebración, pero también estrés, anhelo, recuerdos y reflexión.
Lo que a menudo no logramos ver es que las fiestas no crean nuestra experiencia. La revelan. Amplifican lo que ya vive dentro de nosotros. La alegría se vuelve más intensa. La soledad se hace más ruidosa. Viejas heridas salen a la superficie y emociones familiares regresan. La temporada no es la causa; es el espejo.
Se nos enseña a creer que este tiempo se trata de compras, regalos, tradiciones, comida, decoraciones y reuniones. Pero todo eso son solo ingredientes. Los ingredientes por sí solos no nos nutren. La plenitud surge de la receta, y la receta es nuestro estado interior. Es la forma en que nos encontramos con cada momento, cada persona, cada experiencia.
Cada uno de nosotros pasa los mismos ingredientes a través de filtros distintos: experiencias pasadas, miedos, expectativas, creencias y hábitos inconscientes. Estos filtros determinan si una misma reunión se siente amorosa o agotadora, si el silencio resulta pacífico o doloroso. Las fiestas desaceleran la vida lo suficiente como para que podamos notarlo.
Aquí es donde reside la invitación espiritual. Si podemos asumir responsabilidad por nuestra postura interior ahora, podemos hacerlo siempre. No se trata de forzar la felicidad ni de negar el dolor. Se trata de consciencia. De encontrarnos con la vida desde la presencia en lugar de la resistencia, desde la gratitud en lugar de necesidades, desde la amabilidad en lugar de la defensa. Requiere mucha menos energía suavizar que endurecer, mucho menos esfuerzo amar que protegerse.
Entonces, ¿por qué reservar esta forma de ser solo para una temporada? ¿Por qué esperar fechas especiales para vivir conscientemente, para perdonar, para ser generosos, para ser felices, para vernos verdaderamente unos a otros? La receta no cambia a lo largo del año. Solo cambian los ingredientes.
Cuando se vive con consciencia, cada día ordinario posee el mismo potencial sagrado que las fiestas. La vida misma se convierte en la celebración. El mayor regalo que puedes ofrecer no es algo que das, sino la forma en que eres. Tu presencia, atención y tiempo. Y si eliges eso con sabiduría, no solo en diciembre sino cada día, toda tu vida se convierte en una festividad, en un acto de gratitud.
Si necesitas festividades para recordar cómo ser humano, cómo ser feliz, cómo ser amable, agradecido y capaz de perdonar, entonces el problema no es el calendario.
Feliz Navidad, Janucá, kwanza, o cualquier cosa que celebres!
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Autor: Mauricio "Mao" Correa
Páginas Web: rutaauno.com
Blog de Artículos: rutaaunoblog.blogspot.com

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